El colágeno en estado puro, antes de ser sometido a manipulación alguna, es la proteína que mayor protagonismo alcanza en el organismo humano aunque está bastante disperso por los diferentes órganos y tejidos. El colágeno es muy abundante en cartílagos y huesos y también está presente en tendones y ligamentos. Además, tiene un papel imprescindible en la construcción de las células dérmicas, así que es imprescindible para crear firmeza y tensión en el cutis y reducir o prevenir arruguitas. Ahora bien, el colágeno puro es una proteína de gran tamaño, por lo que es difícilmente asimilable por el organismo. Cuando el colágeno es sometido a hidrólisis enzimática (obteniendo colágeno hidrolizado), sus moléculas se hacen de menor tamaño y por tanto, logra atravesar las paredes del intestino y llegar a los tejidos. El colágeno es esencial para las personas que practican deporte. El entrenamiento puede desgastar, deteriorar y dañar los ligamentos y las articulaciones. El colágeno es genial pues: mejora la recuperación de las posibles lesiones, reduce los dolores articulares y la inflamación de las articulaciones, mantiene la densidad de nuestros huesos, mejora la resistencia y fortaleza de nuestras articulaciones, tendones y ligamentos, es determinante a la hora de transmitir la fuerza de los músculos. Sobre los 25 años, empezamos a perder colágeno, aunque de forma muy sutil. La disminución de esta proteína mantiene a partir de entonces una reducción sostenida. A partir de los 30, cada año, la cantidad de colágeno en nuestro cuerpo disminuye un 1 %. Y es a partir de los 50 donde esta disminución es aún mayor. Esta bajada de nivel provoca: pérdida de la elasticidad y la firmeza de la piel, por lo que aparecen estrías, arrugas, flacidez… dolores musculares y articulares, sobre todo en la articulación de la rodilla, incremento de la porosidad del hueso, debido a una descalcificación como consecuencia de la pérdida de las sales cálcicas que están adheridas al colágeno.